14/4/09

Ceguera/aka A ciegas (Blindness, 2008)

Desde En la playa (On the beach, 2000) que no veía una película tan desalentadora, tan deprimente respecto del futuro de la humanidad, y tan poco recomendable para los sensibles de corazón. Pero a diferencia de aquella, contundente relato sobre las consecuencias de una guerra nuclear a escala masiva, Blindness pierde el rumbo en más de una ocasión. Están la desazón y el caos, pero también alguna que otra situación absurda.

Basado en la novela “Ensayo sobre la ceguera” del escritor portugués José Saramago, esta historia toma una idea ya explotada por la magnífica historia de ciencia-ficción “El día de los trífidos”, de John Wyndham, sin plantas extraterrestres pero con el propio hombre como la mayor amenaza latente. De un día para otro la humanidad queda ciega, salvo unos pocos privilegiados que poseen una inmunidad inexplicable. El personaje de Julianne Moore (siempre efectiva, y que esta vez no teme lucir poco glamorosa) es una de las pocas que conserva su vista, pero no así su esposo, interpretado por Mark Ruffalo, oftalmólogo de profesión.

Con vecinos que tiran la basura en cualquier lado, las pestes están a la orden del día

Los gobernantes recluyen a los no videntes en hospitales, como si de campos de concentración se tratasen, librándolos a su propia suerte. Como la enfermedad se contagia por contacto, rodean las instalaciones con militares dispuestos a eliminar a cualquiera que ose traspasar los límites permitidos. Apenas les entregan alimentos de vez en cuando, y en cantidades insuficientes.

Los sobrevivientes deberán a aprender a vivir en el peor de los infiernos: sin posibilidades de sobrellevar la más mínima enfermedad, con hambre, desconociendo esas voces que surgen de la nada blanca que los rodea, soportando la suciedad que acarrea el usar cualquier lugar como baño para hacer sus necesidades, y más situaciones humillantes para la condición humana.

Julianne a punto de darle su merecido al dueño del petit hotel
porque las cucarachas no la dejan dormir


El director brasileño Fernando Meirelles (cuyos antecedentes destacables son los filmes Ciudad de Dios y El Jardinero Fiel) aplasta la moral del espectador con imágenes muy crudas pero de una extraña belleza. La primera hora sirve para hundirnos gradualmente y con salvavidas de plomo en ese ambiente desolador, acompañando al personaje de Moore en sus pobres intentos por ayudar a los demás sin develar que aún puede ver.

Todo se va al diablo con el rumbo que posteriormente toma la película. Recayendo en el cliché más vulgar y repetido de cuanta historia carcelaria ande dando vueltas por ahí (más de uno recordará la tercera temporada de Prison Break), no tardará en aparecer el malo de turno, el acaparador que en una escena poco clara guardará para sí todas las cajas de alimentos. Gael García Bernal es el villano ciego, que con su séquito de malvados distribuirá las cajas a cambio de todos los objetos de valor. Cuando éstos se acaban, el canje se hará a cambio de violar a las mujeres.

Danny Glover, cansado de soportar a Mel Gibson, interpreta un pequeño papel en el film que apenas alcanza para secarse una lágrima

Uno presencia absorto cómo el clima construído laboriosamente hasta ese momento se hace trizas ante esta sucesión de hechos vulgares e imágenes cada vez más crudas. Y preguntándose qué es lo que pasa por la cabeza de la Moore, que en lugar de reaccionar y aprovechar su ventaja, se somete a cada una de las barbaridades del maloso Bernal.

"Que a nadie se le ocurra criticar mi intervención" amenaza Bernal durante una rueda de prensa

Hacia el final la película se encausa otra vez, recuperando un poco la cordura mientras nos parece estar viendo una de zombies sin zombies (algunas secuencias recuperan las mejores imágenes de “28 días después”).

Trailer

Aunque fue rodada mayoritariamente en Sao Pablo, Brasil (Saramago puso como condición que la acción transcurriera en una ciudad poco reconocible para el público acostumbrado a ver localidades norteamericanas), también se filmó en Toronto, Canadá, y en Montevideo, Uruguay.

Con cuarenta minutos menos (cortando la subtrama de Gael García Bernal, por supuesto), la película hubiese ganado en dinamismo, recuperando además la dimensión crítica que el libro transmite.


¡ASÍ SÍ!: Angustiante como pocas.


¡ASÍ NO!: Las situaciones poco creíbles que sólo buscan el golpe de efecto.




No hay comentarios.: