Es una pena que entre tanto Lost, Amas de casa desesperadas y CSI, las producciones inglesas para TV no tengan el espacio que se merecen en la televisión local. Nos estamos perdiendo de disfrutar una forma de hacer series que toma distancia del típico efectismo estadounidense, que utiliza otros tiempos narrativos, y que tiñe cada situación de un humor sutil, oscuro, especial.
Life on Mars, The Office (ambas con versión propia en USA), Primeval (en su primer temporada), o Merlin, sólo por mencionar algunas de las más recientes, son un muestrario de lo bien que están trabajando en el Reino Unido. La receta parece ser efectiva: combinar buenas ideas con un poco de riesgo, la corta duración (no más de 13 capítulos), y presupuestos que no quieran tapar la historia.
Psychoville cumple con todo esto y se convierte en una de las agradables sorpresas de esta temporada. Emitida por la BBC, la serie consta de sólo siete capítulos de media hora de duración. Breve, concisa, sin minutos de más.
El programa es creación de Steve Pemberton y Reece Shearsmith, que también forman parte del elenco y que venían de producir otra serie de relativo éxito (The League of Gentlemen´s). Curiosamente, Psychoville es el nombre que le dieron en Japón a The League…, y que los autores terminaron adoptando como título definitivo.
La historia se centra en los ¿dramas? de seis personajes poco normales y con un pasado en común que se revela con el correr de los capítulos.
Robert Greenspan: un enano que actúa en una obra de Blancanieves y que se enamora de la protagonista. Posee poderes psíquicos que estallan –literalmente- cuando se enoja.
Oscar Lomax: un millonario ciego que busca completar su colección de peluches. Sólo le falta Snappy, el cocodrilo, pero para conseguirlo deberá lidiar con las hermanas Crabtree, dos siamesas obesas y adictas a Ebay.
Mr Jelly: la versión en carne y hueso de Krusty. Es un payaso que perdió una mano y al que un competidor de nombre Mr. Jolly le robó la carrera. Ahora anima cumpleaños asustando a niños y padres con sus depresiones y mal carácter.
Joy Aston: una simpática partera que pierde la compostura cuando maltratan a su muñeco de práctica. Lo cuida como a un bebé real, y cree que en cualquier momento se convertirá en una criatura de carne y hueso.
Maureen y David Sowerbutts: Madre e hijo, interpretados por los creadores de la serie, conocedores de la vida y obra de todos los asesinos seriales que habitaron este mundo.
El vínculo entre ellos lo establecerá un misterioso personaje vestido de negro, y que les hace llegar a cada uno una carta con tintes extorsivos: “Sé lo que hiciste” reza un texto manuscrito que descoloca a los protagonistas y genera más de una confusión.
Aunque los capítulos iniciales puedan generar extrañeza en el espectador – ¡hay que sintonizar con historias tan extremas! – ya al final del segundo la serie toma ritmo y todo se torna divertido, siniestramente divertido. Justamente en el humor negro y el absurdo está el potencial del show, características explotadas aquí con el envidiable talento que poseen los ingleses.
Hay momentos memorables que sorprenden. Entre ellos, la secuencia que relata cómo Mr. Jelly perdió la mano, o la lucha que Lomax y las siamesas disputan tomando a Ebay como campo de batalla, o el ataque que Joy sufre por parte de su bebito de juguete.
Pero por sobre éstas está la historia del capítulo cuatro, y que abarca todo el episodio. Tiene como protagonistas exclusivos a Maureen y David, y resulta un homenaje que los autores quisieron hacerle al maestro del suspenso, Alfred Hitchcock. Tomando como base el film “Rope” (La soga, o Festín diabólico), arman un paso de comedia negra magistral, casi como una pequeña pieza teatral (la acción transcurre íntegramente en un departamento) pero dándole el toque cinematográfico que ofrece el hábil uso de la cámara. Que no se queda quieta, que no deja de filmar, desplegando un enorme plano secuencia calculado con precisión, aunque por ahí pueda entreverse algún corte muy bien disimulado (primer plano a la tapa del arcón cuando se abre) pero que no afecta en absoluto el resultado final.
Lamentablemente la suma de las partes no es tan buena como cada una por separado. Cuando en el último capítulo los personajes se enfrentan a la resolución del enigma, las poderosas individualidades se debilitan. La situación planteada no está mal, pero no alcanza los niveles de “bizarrez” del resto de los capítulos. Hay sorpresas por partida doble, un clímax relativamente convencional, y una promesa de reencontrarnos con esta banda de desquiciados el año que viene.
¡ASÍ SÍ!: Por suerte hay gente que no perdió las ganas de romper moldes.
¡ASÍ NO!:Un final que dejará sin uñas y sin dedos a los más ansiosos. Algún que otro personaje podría estar mejor explotado.
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