Todo indicaba que encontraría una vulgar copia de la primera, pero el director Tod Williams se despachó con una interesante historia que presenta continuidad con la original. Dos meses antes de aquellos sucesos, nos metemos en la casa de Kristi Rey (hermana de Katie, la protagonista de la anterior). La mujer convive con su hijo recién nacido, Hunter, con su marido Dan, y con Alli, su hijastra. El cuadro lo cierra un ama de casa latina que aportará el elemento místico y a la que todos entienden cuando habla en español (tal vez el fenómeno más paranormal de la película). Un supuesto robo los obligará a colocar cámaras de seguridad en el interior y exterior de la vivienda. Pero lo que registrarán nada tiene que ver con cacos de carne y hueso.
La película dá un obligado paso adelante con respecto a lo ya visto, de manera inteligente y evitando repetir demasiado. El uso de varias cámaras fijas, además de la manipulada por Alli, abre el campo de acción sin que comprometa la credibilidad. Estos continuos cambios de planos podrían haberle quitado naturalidad a la filmación casera, pero quedan perfectamente integrados en la edición final.
Varios defectos fueron modificados respecto a la primera. Por ejemplo, los momentos donde no pasa nada van reduciéndose a medida que avanza el film. Y también apenas tenemos que aguantar al insoportable personaje de Micah, el marido de Katie. Ambos reaparecen en papeles secundarios pero que al final tendrán un justificativo.
Si la primera apelaba al escalofrío con escenas sutiles, ésta recurre al sobresalto directo con puertas que se cierran de golpe y objetos que caen inesperadamente. Y no está mal, porque le pone emoción de manera calculada a esos momentos donde el film amenaza con arrancar bostezos. Pero no desesperen, tampoco faltan aquellos donde con un sonido y una sombra consiguen acelerar los latidos del corazón de manera magistral. Sólo que en esta precuela son menos abundantes.
¿Y dónde falla? Por ejemplo, en algunas escenas repetitivas (sobre todo las de la pileta de noche) que terminan siendo anticlímax. No puede faltar tampoco la Ouija que nada aporta y algunas secuencias que rompen la verosimilitud: ciertas charlas filmadas con la cámara de mano hubiesen quedado más naturales si se mostraban desde las de seguridad. Los momentos casuales que introducen la vida de los personajes en ocasiones huelen a forzados y aburren, y algunas actuaciones, como la del padre de familia, resultan intrascendentes hasta que toman cierto vuelo hacia el final de la historia.
Trailer
El balance no obstante es positivo. Sobre todo porque fueron cuidadosos al integrar ambas historias: además de enteramos del origen de los ataques, cambia el panorama de lo visto en la original y avanza más allá de su final (según el corte de la versión redistribuída por Spielberg, ojo). Sólo esperemos que no se arriesguen con una tercera. No hace falta.
¡ASÍ SÍ!: Interesante complemento de la primera parte. Sustos efectivos.
¡ASÍ NO!: Flojas actuaciones con algunos momentos de aburrimiento.
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