Los responsables son dos personajes que han sabido forjarse un nombre entre los fanáticos del terror nipón: Yoshihiro Nishimura, director de la mencionada Tokio Gore Police y maquinador de los efectos especiales de The Machine Girl y Robogeisha; y Naoyuki Tomomatsu, a cargo de Stacy, attack of the schoolgirl zombies (2001) y Zombie Self Defense Force (2006). Todas películas que, a partir de planteos bizarros y efectos especiales inverosímiles, han coqueteado con el humor de una manera que sólo los orientales se animan a experimentar. La diferencia en este caso es que ambos pierden absolutamente la línea. ¿Qué no es posible? Se sorprenderán.
Basada en el manga de Shungiku Uchida, la historia nos presenta a un estudiante de secundaria llamado Mizushima que es acosado por dos chicas del instituto al que concurre. Por un lado está Monami, una estudiante de intercambio con ganas de chupar carótidas y que aprovecha una tradicional costumbre japonesa para convertirlo en vampiro. En el otro rincón está Keiko (Eri Otoguro, la protagonista de Chanbara Beauty, 2008), líder de un grupo de revoltosas colegialas góticas que hará todo lo posible por hacerlo suyo. Así de simple.
Lo que hace interesante una propuesta tan básica es la galería de personajes secundarios que irrumpen a cada minuto, contribuyendo al clima de gran broma adolescente de toda la película. No falta el fan service de la mano de una enfermera sexy, ni las integrantes de los clásicos clubes extracurriculares con intereses enfermizos: las japonesas que quieren ser negras, o las que sueñan con ganar el gran concurso anual de corte de venas. Determinante será el papel que juega el padre de Keiko, vide-director del colegio y descendiente de la familia Frankenstein. Sus fallidos intentos de revivir cadáveres tendrán éxito cuando se cruce con Monami y dé vida a la chica recauchutada del título.
Los efectos especiales varían desde los correctos y convincentes hasta los más baratos que se puedan producir hoy con una PC casera. Las interpretaciones, repito, son espantosas. Y la historia es una sucesión de gags descabellados, algunos incluso pensados para sorprender a los entendidos (el profesor chino que habla del film Ju-on (El Grito, 2002) y su versión estadounidense no es otro que Takashi Shimizu, su director). Lo grandioso de todo esto, una vez sintonizados con tanta barbarie cinematográfica, es que el film sorprende en todo momento. No terminamos de presenciar alguna situación hilarante que ya comienza otra que increíblemente la supera, manteniendo a la enferma platea entretenida y absorta hasta el electrizante final en plena torre de Tokio.
Ojo: trailer con alto contenido hemoglobínico
No es un film perfecto, pero alcanza y sobra para divertir a las bestias que disfrutan de las historias alocadas.
¡ASÍ SÍ!: Ríos de sangre y rostros arrancados a mordiscones siempre son un alimento para el alma. La banda sonora, tan extraña como el propio film.
¡ASÍ NO!: No se entiende el débil papel que cumple el protagonista frente al resto del elenco.
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