Gracias a la difusión obtenida mediante las redes sociales, la película fue la más vista del canal syfy del mes pasado. Y no podía ser de otra manera: la idea central era tan absurda como atractiva. El ultra trillado subgénero de películas de tiburones necesita de los argumentos más extraños para seguir atrayendo al público. Y a alguien se le ocurrió hacer llover tiburones vivos en una ciudad promedio de EEUU, transportados ni mas ni menos que por tornados. Tal fue el éxito que acaba de anunciarse una segunda parte donde los escualos caerán sobre las cabezas de los mismísimos neoyorkinos.
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