Toda historia tiene su momento, y forzarlo puede acabar en desastre. Recrear clásicos góticos en tiempos en los que aún sobreviven las sombras de fantasmas japoneses pelilargos, o donde el gusto popular parece estar puesto en los asesinos ultrasádicos y en los falsos documentales, resulta una apuesta tan válida como arriesgada. Eso sí, hay que hacerlo bien para no pasar vergüenza.
Los vampiros han superado la prueba. Se sabe que los chupasangres no asustan como en otras épocas, por lo que ha sido necesario infundirle un valor agregado a la leyenda tradicional: desde trasladarlos al presente y explicar científicamente el origen de su mal, hasta convertirlos en protagonistas de tontas películas románticas, incluso hacerlos partícipes de dramas muy humanos o teñirlos de estética matrix. Todas licencias imprescindibles para mantener el interés sobre estas criaturas y evitar la carcajada (o el bostezo) general.
Benicio y su cuñada aprovechan que el tercero en discordia está bien muerto Con la leyenda del hombre lobo se corría un riesgo similar. Era necesaria una actualización que permitiera interesar al público del siglo XXI. O por lo menos insuflarle un estilo innovador como supo hacer Tim Burton en varias de sus obras. Pero inexplicablemente los de la Universal decidieron apostar por una remake del clásico de 1941, utilizando un estilo narrativo tan formal como anticuado.
Ciertas imágenes del film son de una fantástica belleza Nada nuevo aporta
The Wolfman a la figura de nuestro peludo amigo, ni siquiera sustos, más allá de algunos sobresaltos tramposos a base de ruidos fuertes y cosas saltando de repente frente al espectador. Anthony Hopkins y Benicio Del Toro hacen lo que pueden en sus respectivos roles, que no es mucho gracias a las limitaciones del guión.
Arte conceptual, autoría de Rick Baker
La historia narra las desventuras de Lawrence Talbot, un actor de gira por Londres que se entera del asesinato de su hermano. La relación con su padre no es muy buena, pero igual decide alojarse en la mansión que éste posee en un remoto paraje, por lo menos hasta descubrir al responsable del crimen. La ¿mala suerte? lo pondrá en el camino de un hombre lobo, sobreviviendo al ataque y cargando a partir de ese momento con la maldición que lo transforma en licántropo las noches de luna llena. De allí en adelante lo veremos pelear en vano contra su nueva condición, ser perseguido por un inspector de policía y por los lugareños supersticiosos, e incluso intentando “levantarse” a su cuñada, aprovechando que ahora está viudita.
Distintas imágenes del lobizón. Atención: la última foto es Benicio al natural, ¡casi que no hacía falta ningun maquillaje! La película tuvo muchísimos problemas desde el inicio. Tres años pasaron desde que la Universal dio luz verde a esta remake, postergando su estreno en cuatro oportunidades (la fecha original estaba prevista para el 13 de febrero de 2009). Mark Romanek, el director elegido, renunció debido a diferencias creativas, dejando a los actores sin alguien que les diera órdenes. Terminaron firmando con Joe Johntson, el último de una larga lista de directores que fueron rechazando el proyecto sistemáticamente. Además hubo que rehacer todos los efectos especiales concebidos por Rick Baker debido a que el resultado final no era el adecuado. Tampoco convenció la tarea de los montajistas, por lo que se contrató a otros ya con la posproducción muy avanzada. Y a un mes del debut, el estudio decidió utilizar la banda sonora que Danny Elfman había compuesto originalmente, y que fuera reemplazada sobre la marcha por la de otro compositor, Paul Haslinger. Elfman estaba ocupado con Alicia, así que su trabajo lo terminaron unos ignotos asistentes.
El protagonista no duda en autoflagelarse luego de acudir a una avant premiere. ¿Justifica todo esto la baja calidad del film? No necesariamente. Porque algunos de estos inconvenientes fueron superados con dignidad. La música no está para nada mal, como tampoco lo están los efectos especiales. La fotografía es sin dudas su punto más fuerte. Para el aspecto del monstruo se respetó el concepto de robusto humano peludo del original, alejándose del perro lanudo de Un Hombre Lobo Americano en Londres (An American Werewolf In London, 1981), y de los excelentes lobos bípedos de Aullidos (The Howling, 1981). Eso sí, lo breve de las transformaciones y las tomas rápidas de la criatura dejan al descubierto el apuro por rehacer los FX.
Pero como dije antes, más allá de los defectos de montaje y otros inconvenientes técnicos, el principal problema está en la historia. Lenta, previsible, sin conflictos que atrapen, y con más incoherencias de las que uno está dispuesto a tolerar,
El Hombre Lobo no aporta nada atractivo a lo que ya vimos una y otra vez, tanto en viejas películas sobre el tema como en los dibujitos animados de
Scooby Doo.
¡ASÍ SÍ!: La transformación, y algunas secuencias como un escape por los techos de Londres o la pelea con el padre cerca del final, sirven para sacudir un poco la modorra que provoca en el espectador.
¡ASÍ NO!: Otro caso que confirma mi teoría sobre las remakes. ¡No toquen los clásicos si no están seguros de hacerlo bien! (hay excepciones por supuesto). Johntson y quienes aprobaron este guión deberían arder en el infierno por hacernos perder tiempo y dinero.