Como parte del plan sistemático de crear remakes sin anestesia,
Hollywood nos entrega en esta oportunidad una versión actualizada de “El
Vengador del Futuro”, basada en el cuento "We Can Remember It for You
Wholesale" de Philip K. Dick. Quien haya disfrutado de esa joya del
director Paul Verhoeven de fines de los 80s, con Arnold Schwarzenegger en el
rol principal y la bella Sharon Stone saltando a la fama, difícilmente pueda
evitar hacer comparaciones odiosas y preguntarse al salir del cine cuál fue el
sentido de invertir dinero en esta película. Es lo que trataremos de dilucidar
a continuación.
Es el año 2084. Tras sufrir una guerra de proporciones mundiales, el planeta se encuentra dividido en dos grandes conglomerados: la Federación Unida de Britania (que incluye a Europa, Asia y parte de África) y la Colonia (Australia). En la primera habitan las clases acomodadas, mientras que la segunda es como el actual tercer mundo, cuna además de un movimiento rebelde. Un obrero de la colonia, Douglas Quaid (Colin Farrel), felizmente casado con Lori (Kate Beckinsale) acude a la empresa Rekall para que le implanten falsos recuerdos de unas vacaciones en Marte. Pero en el proceso sufre una crisis que lo llevará a replantearse si en realidad no es otra persona, más específicamente un espía asociado al movimiento rebelde al que le borraron la memoria. A partir de allí las fuerzas de seguridad intentarán eliminarlo, contra la decisión del presidente Vilos Cohaagen (Bryan Cranston) que desea capturarlo vivo con fines secretos.
Como era de esperar, el director Len Wiseman (Duro de Matar
4, Inframundo) adapta la historia a la idiosincrasia del siglo XXI. Mientras
que la primera era colorida, luminosa, cargada de bizarradas varias y abundantes
toques de humor, la nueva es seria, sombría, y pensada para dar una visión más
realista del futuro. Y está bien que así sea. Hoy no funcionaría, salvo para un
selecto grupo de espectadores, un film con todos esos elementos característicos
de la década del ochenta. El problema de esta remake viene por otro lado.
La trama básica es la misma, y aunque algunos momentos y
diálogos parezcan calcados, existen importantes diferencias que terminan
dándole identidad propia. Acá no hay viaje a Marte, y la colonia es reemplazada
por una ciudad sobre poblada de Australia. Tampoco hay mutantes, salvo uno que
sirve como guiño para los amantes de la versión anterior (hay otra referencia a
la película de Verhoeven que, acertadamente, el director usa para jugarle una
broma al público). La representación de ese futuro es impresionante (aunque
sospechosamente parecida a la vista en otros films), y muy alejada de los
decorados de bajo presupuesto que conocíamos. Pero lo más notable es la
desaparición del personaje de Michael Ironside, fusionado acá con el que
interpreta Kate Beckinsale.
No juzgo estas modificaciones. Hasta las avalo como necesarias
para que no parezca una simple copia sin sentido. Lo malo de esta adaptación proviene,
por un lado, del guión. Falto de alma, pareciera una versión desabrida de Jason
Bourne en el universo de Blade Runner. Además de no aprovechar las
posibilidades que brinda la implantación de otros recuerdos, resulta hasta
confusa cuando se trata de representar la Colonia o la Federación. El
desarrollo entonces se pierde en una sucesión de escenas de acción que no dan
respiro, pero que le quitan profundidad al conflicto. La sensación que queda es
la de haber visto una copia de muchas otras cintas, sin lugar para la sorpresa.
Las interpretaciones son el otro punto flojo. Muchas caras “bonitas” limitadas por un argumento que las convierte en personajes sin demasiada sustancia. Así Kate no deja de poner caras de mala muy mala, Jessica Biel (la chica que sirve de nexo al protagonista con su pasado) tiene el rictus del sufrimiento grabado a fuego de principio a fin, y Colin Farrel intenta jugar el papel de nuevo héroe de acción, algo que todavía no le creemos.
La película se salva gracias a las secuencias de acción, muy
bien planificadas por Wiseman y que transmiten el vértigo esperado. Hay dos
especialmente que dejan sin aliento: una persecución de autos en las alturas, y
otra en unos laberínticos conductos transitados por traicioneros ascensores.
Volviendo a la pregunta inicial: ¿tuvo sentido invertir
dinero en esta película? Definitivamente no. Pero alcanza para pasar un rato
agradable un domingo a la tarde sin mejores planes. Aunque sea para disfrutar
de las bellezas que la protagonizan.
1 comentario:
Y si, es un film en donde trabaja Farrell, saludos.
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