Jean Giraud abandonó este mundo el sábado pasado, dejando uno de los legados historietísticos más importantes de la historia. Transcribo el artículo publicado por Página 12 a modo de homenaje junto a parte de su trabajo. A estas horas debe estar planeando sobre el gran pájaro blanco junto a Arzak/Harzak/Harzach/Harzack, de vacaciones por los mundos imposibles que alguna vez imaginó.
Moebius, el dibujante que aprendió a volar
La influencia de su trazo genial no se limita al mundo del comic: el artista francés fue principal responsable de una estética cinematográfica y narrativa que dejó marcas profundas. Aquí se lo conoció por primera vez gracias a la revista Fierro.
Un blogger galo definió la noticia con dolorosa precisión: “Entonces, Moebius podía morir”. Cuatro palabras que condensan tanto el hecho como el peso de la figura de Jean Giraud en la cultura francesa y en la historieta mundial. Sí: falleció el creador de obras monumentales como Teniente Blueberry, Arzach o Incal. Tenía 73 años bien vividos y un trazo bello, perfecto y “de prodigiosa soltura”, tal lo definían los críticos de su país.
Es imposible comprender la historieta contemporánea sin considerar su influencia, que se extendía mucho más allá del universo de los globitos. El mundo del cine también se benefició de su imaginación fuera de serie, pues creó el arte conceptual de muchas películas fundamentales de la ciencia ficción, como Alien, el octavo pasajero. Los especialistas también señalan sus dibujos en The long tomorrow como una inspiración destacada para la estética de Blade Runner. Sus trazos movilizaron la sensibilidad del animador y mangaka japonés Hayao Miyazaki (El viaje de Chihiro). Trabajó en una adaptación de la saga literaria Duna junto al chileno Alejandro Jodorowsky, uno de sus principales colaboradores, aunque el film jamás se concretó. Además, puso su sello en numerosas miniseries y adaptaciones de bande-desineé en la pantalla chica, pues el mercado franco-belga es pródigo en la práctica de animar las viñetas.
Tuvo una larga y prolífica carrera, en la que empezó firmando con su propio nombre y ateniéndose a lo más clásico de la tradición gráfica de su país. Su primer trabajo fue en 1961 y debutó como discípulo de Jijé, otro grande de la corriente franco-belga. Pronto pasó a la revista Pilote, donde crearía a Blueberry junto al guionista Jean-Michel Charlier. Hasta ese momento era “sólo” un dibujante increíblemente talentoso.
Pero cuando le llegó su turno marcó un antes y un después en la historia del medio. Soltó la mano y su imaginación. Empezó a firmar como “Moebius” y se convirtió en una suerte de artista bicéfalo. Cada firma podía adscribirse a una corriente estilística particular, aunque eventualmente iba a imponerse la renovadora. Moebius se destacó en la revista Metal Hurlant, dedicada a la ciencia ficción, que había fundado junto al colectivo artístico “Humanoides Asociados”. Desde ese momento jamás dejó de estar a la vanguardia de la historieta mundial. Inspiró e influyó a generaciones de colegas de todo el mundo, siempre ofreciendo una mirada imaginativa sobre los temas y los paisajes que abordaba. Los ’80 fueron una década particularmente fructífera para el dibujante francés. En esos años creó La saga del Incal, junto a Jodorowsky. Para la misma época lo conocieron los artistas y lectores argentinos, pues la revista Fierro (primera etapa) publicó varios de sus trabajos más célebres.
En el último tiempo le preocupaba la creciente influencia del manga en el mercado franco-belga (llegó a llamarlo “una plaga”), aunque él tampoco fue ajeno a su impacto: cuando vio Akira se fascinó y admiró al japonés Katsuhiro Otomo, quien dejó su marca en el estilo del francés.
Los años no detuvieron su dedicación a la historieta ni menguaron su talento. En cada salón del comic francés era recibido como un auténtico héroe. No como un prócer enclavado en el tiempo, sino como un artista vibrante que seguía dando lo mejor de sí. Cualquier lector puede poner en el buscador de YouTube “Moebius + Angoulême” y encontrará videos de años recientes en los que el veterano daba cátedra de speed-painting (una técnica de dibujo rápido) sobre tabletas digitales, junto a nuevas figuras a las que casi doblaba en edad.
Durante toda su carrera obtuvo cuanto premio importante puede ganarse en la historieta occidental. Y varias veces. El Festival Internacional de la BD de Angoulême, Francia, le dio su Gran Premio. El festival de Lucca, Italia, le dio dos veces su Yellow Kid. Los norteamericanos lo reconocieron con el Havey Award y el Eisner, que ganó dos veces, una de ellas con la versión que hizo de Silver Surfer junto a Stan Lee. Además, forma parte del Salón de la Fama de ambos títulos.
Las portadas de los medios franceses destacan y lamentan su partida. En Internet se multiplican los homenajes. No es para menos. Se fue una buena porción de la imaginación y la belleza del mundo. Hay una cinta negra e infinita en la historieta universal. Se fue Jean Giraud. Se fue Moebius.
1 comentario:
Hacia el infinito y mas allá. Adiós a un genio inspirador e inigualable. Agradezco a los editores locales por habérmelo acercado a traves de FIERRO en los queridos años 80.
Abrazo
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